lunes, 28 de diciembre de 2009

LECTURA III

RESUMEN MANUEL SACRISTAN: ¿QUE ES UNA CONCEPCIÓN DEL MUNDO?

Una concepción del mundo no es un saber, sino una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto; a veces sin que este se los formule de un modo explícito. Frecuentemente, las conductas de la vida cotidiana o principios, aunque el sujeto no se los formule, siempre se encuentran explícitos dentro de la sociedad en la que vive. Esa cultura contiene un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida así como de la conducta. La parte teórica de la concepción del mundo está íntimamente relacionada con la parte práctica, con el código o sistema de juicios de valor, etc.

La formulación de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite averiguar con toda sencillez cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo de la realidad social. La sobreestructura tiene mucho de ideología. La concepción del mundo carece de dos características que contiene el conocimiento positivista: la falsación y la argumentación analítica.
Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra por delante y por detrás de la investigación positiva. Por delante, porque, como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira a la investigación positiva. Por detrás, porque, intentará construirse de acuerdo con la marcha de la investigación positiva.

LA CONCEPCIÓN MARXISTA DEL MUNDO

Esta concepción materialista y dialéctica del mundo intenta acabar con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. De esto se desprende que es una concepción del mundo explícita. La liberación de la conciencia de esta concepción del mundo, presupone la liberación de la práctica. La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El marxismo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma, a lo que se llama inmanentismo. El primer principio de la concepción marxista del mundo es que el mundo debe explicarse por sí mismo (el materialismo es lo primero en el marxismo). El segundo principio de la concepción marxista es el principio de la dialéctica, el que se inspira no tanto en el hacer científico-positivo como en las limitaciones del mismo. El análisis reductivo practicado en la ciencia tiene normalmente éxito: la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales y homogéneas permite penetrar eficazmente en la realidad porque permite el planteamiento de preguntas muy exactas. El análisis reductivo permite a la larga la formación de conceptos más adecuados. Precisamente por este reduccionismo que prescinde de la peculiaridad cualitativa lo que se produce son conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales. Con esto se pierde parte de lo concreto, la parte decisiva para la individualización de los objetos.

Los “todos” concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque esta suministra los elementos para una comprensión racional de los mismos. Lo que no suministra es su totalidad, su consistencia concreta.

La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas, pues los humanos tenemos la necesidad de no solo penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también necesitamos comprender las concreciones reales.
El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos. Se intenta comprender las concreciones o totalidades y no es el análisis reductivo de la ciencia positiva.

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